Cuando alguien me pregunta cuál es mi coche más raro de mi colección, siempre sonrío antes de responder.
No porque no lo sepa, sino porque la historia detrás de él es de esas que parecen sacadas de una película.
No es solo un coche. Es una reliquia con un pasado misterioso, una historia que todavía hoy me pone la piel de gallina.
El hallazgo inesperado
No estaba buscando un coche raro. En realidad, ni siquiera estaba buscando nada en ese momento. Pero ya sabes cómo funciona este mundo: a veces los mejores coches te encuentran a ti, y no al revés.
Estaba en una feria de coches clásicos en Madrid, más para ver que para comprar. Caminaba entre los stands, admirando las máquinas impecablemente restauradas, cuando en un rincón apartado vi algo que me hizo detenerme en seco: un Pegaso Z-102 Saoutchik Coupé de 1954.
Si no estás familiarizado con este modelo, déjame ponerte en contexto: solo se fabricaron unas pocas unidades, diseñadas por la prestigiosa casa Saoutchik.
Este coche es una verdadera joya española, un emblema de la ingeniería automotriz de la posguerra, con un diseño impresionante y un motor V8 sobrealimentado capaz de desafiar a cualquier Ferrari de su época.
El problema es que no estaba en exhibición como los otros. Estaba cubierto de polvo, con el tapizado desgarrado y la pintura opaca, como si hubiera sido olvidado por décadas. Pregunté al organizador del evento y me dirigió a un anciano sentado en una silla de camping junto al coche.
+La historia de mi primer coche clasico
Un dueño con una historia increíble
El hombre, don Enrique, tenía más de 80 años y una mirada nostálgica. Me contó que aquel Pegaso había pertenecido a su padre, un empresario de Barcelona que lo había comprado nuevo en los años 50.
Durante años, el coche fue su orgullo y lo conducía con elegancia por la ciudad. Pero con el tiempo, las reparaciones se hicieron costosas, el coche quedó guardado en un garaje y fue cayendo en el olvido.
— «Siempre quise restaurarlo, pero el tiempo me ganó la batalla» — me dijo con voz melancólica.
Su hijo no tenía interés en conservarlo, y él no quería que acabara en manos de alguien que solo lo compraría para revenderlo. Quería que terminara en un hogar donde alguien lo valorara como lo que era: una pieza de la historia automotriz española.
El renacimiento de una leyenda
Sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad. Acordamos un precio justo y, unas semanas después, el Pegaso Z-102 llegó a mi taller. Restaurarlo fue una odisea. Conseguir piezas originales fue un desafío, pero cada nueva adquisición era una victoria.
Pasé meses investigando, contactando expertos y devolviendo a la vida cada detalle del coche. Finalmente, llegó el gran día: la primera vez que el motor rugió nuevamente. El sonido era puro, poderoso, como si el coche supiera que estaba despertando de un largo letargo.
Un coche con alma
Hoy, el Pegaso Z-102 restaurado es la joya de mi colección. No es solo por su rareza o su valor, sino por la historia que lleva consigo.
Cada vez que lo conduzco, siento que llevo un pedazo del pasado, un homenaje a la ingeniería española y a la pasión de aquellos que entendieron que un coche puede ser mucho más que un medio de transporte: puede ser un legado.
¿Y tú? ¿Cuál es el coche más especial que has visto en tu vida?

Apaixonado por carros clássicos desde que se lembra, Javier Montoro dedicou sua vida à busca, restauração e preservação de verdadeiras joias sobre rodas. Com anos de experiência na compra, restauração e manutenção de veículos antigos, ele compartilha seu conhecimento, histórias e lições aprendidas neste blog.