No hay muchas cosas en la vida que te hagan sentir que has cruzado un umbral. Que hay un «antes» y un «después». Pero te juro que la emoción de conducir un clásico por primera vez es uno de esos momentos. No importa cuántos coches modernos hayas manejado antes, ni cuántas veces hayas soñado con ello. Nada te prepara para la sensación real.
Y déjame decirte algo: si eres de los que creen que los coches antiguos son solo «coches viejos», es porque nunca has tenido la oportunidad de sentir uno rugir bajo tus manos.
El día en que todo cambió
Para mí, todo comenzó con una obsesión de infancia: un Dodge Dart 1973. Azul, con tapicería original y ese sonido grave y poderoso que no se escucha en ningún coche moderno. Lo vi por primera vez en una exposición cuando era niño y desde entonces supe que algún día tendría uno.
Pasaron años hasta que llegó la oportunidad. Después de meses buscando, negociando y asegurándome de que no estaba comprando un montón de problemas disfrazados de coche, finalmente lo encontré. Era perfecto… o al menos, lo suficiente para mí.
Cuando lo recogí, las llaves temblaban en mi mano. No por nerviosismo, sino por la emoción pura. Me subí al asiento de cuero, que crujió como si estuviera despertando de un largo sueño, y tomé el volante.
Giré la llave. Y ahí estaba: el sonido de la historia cobrando vida.
+Mi coche más raro de la colección y su historia.
Una máquina con alma
Lo primero que notas cuando conduces un clásico es que no es un coche, es un organismo vivo.
No es como esos coches nuevos que parecen hacer todo por ti. Aquí no hay dirección asistida que te facilite la vida, ni una computadora que te diga qué hacer. Eres solo tú y la máquina.
El motor vibra diferente. El cambio de marchas es más rudo. El pedal del freno tiene un peso real. No es como manejar, es como domar una bestia.
Recuerdo que al principio mis manos iban tensas en el volante. No quería hacer nada mal. Pero después de unos minutos, algo hizo clic.
Empecé a sentir el coche. No había pantallas digitales distrayéndome, ni sistemas electrónicos interviniendo. Solo yo, la carretera y el rugido del motor. Era puro. Era visceral. Era conducción en su forma más real.
Por qué un clásico cambia tu forma de ver los coches
Manejar ese Dodge Dart me hizo darme cuenta de algo: los coches modernos pueden ser más rápidos, más seguros, más eficientes… pero no tienen alma.
Los clásicos te enseñan lo que significa realmente conducir. No hay margen para distracciones, porque si no prestas atención, el coche te lo hará saber de inmediato.
Es una experiencia que te vuelve más consciente, más conectado con la carretera, más en control de cada curva y cada aceleración. Es una relación entre hombre y máquina, no entre hombre y computadora.
Si nunca lo has hecho, tienes que probarlo
Después de esa primera vez, nunca volví a ver los coches de la misma manera. Podría tener un coche moderno en el garaje para el día a día, pero mi corazón siempre estará con los clásicos.
Si alguna vez tienes la oportunidad de conducir uno, hazlo. No importa si es tuyo o si te lo presta un amigo (siempre que te tenga confianza, claro). Solo ponte al volante y siente lo que es manejar de verdad.
Y si después de eso no terminas queriendo uno para ti, tal vez este mundo no sea para ti. Pero si sientes lo que yo sentí… bienvenido al club. Ya no hay vuelta atrás.

Passionate about classic cars for as long as he can remember, Javier Montoro has dedicated his life to the search, restoration, and preservation of true gems on wheels. With years of experience purchasing, restoring, and maintaining vintage vehicles, he shares his knowledge, stories, and lessons learned on this blog.